Desarrollo del deporte amateur.

El desarrollo en el deporte, a partir del último cuarto del siglo XIX, nos indica que el juego se concibe cada vez con mayor seriedad.

Las reglas se hacen cada vez más rigurosas y se elaboran más al detalle. Las performances son cada vez más altas, (palabra emparentada con el antiguo francés “perfournir” que significa consumar, Cagigal dice: “lograr una performance es obtener aquello que se espera de uno, es realizarse en su plenitud”).


El deporte como “performance” es esfuerzo de una persona, en una colectividad, por realizar una libertad en la gracia física e intelectual. Con esta creciente sistematización y disciplina del juego, se pierde a la larga de su puro contenido lúdico; esto se manifiesta en la distinción de los jugadores en profesionales y aficionados.

El moderno concepto del deporte es distinto del antiguo, la diferencia radica en el sentido ético-religioso que tenía en la antigüedad, frente al práctico de hoy. Modernamente ha adquirido un nuevo enfoque: sirve al cuerpo y a la mente, hay una valoración práctica y profesional, se ha venido a constituir un modo de ser. El grupo interesado en el juego hace a un lado a aquellas para lo que el juego ya no es juego y a aquellos otros que, a pesar de su gran capacidad, se encuentran por debajo de los auténticos jugadores. La actitud del jugador profesional no es ya la auténtica actitud lúdica, pues están ausentes en ella lo espontáneo y lo despreocupado.

Algunas personas actúan como especuladores del deporte sin darle una mayor importancia a los deportistas, centrándose principalmente en marcas, récords, victorias y títulos que protegen y enardecen una forma de pensar y de actuar a cualquier precio a costa del raciocinio humano. De ahí la importancia que el deportista tenga que estar comparado primeramente por él mismo con un conocimiento claro de lo que hace, pero también por profesionales competentes que desarrollen un seguimiento de su trayectoria personal y del deporte para incidir en los aspectos más humanos que no pueden ni deben perderse.

En el profesionalismo imperan los intereses de logros y triunfos por encima de las personas; no hay tiempo para considerar al individuo como tal, solamente es un producto que puede manipularse con base en el constructo subjetivo y superficial de la victoria.

FUENTE: http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/030423175514.html

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